miércoles, 21 de mayo de 2014

Censura en la literatura infantil...??


A lo largo del tiempo, la literatura infantil ha ido modificando sus temáticas o la forma de abordarlas. O son quizás los lectores los que han ido cambiando su manera de ver el mundo e interpretarlo. Lo que si está claro, es que a través de los años, han existido creaciones literarias que por uno u otro motivo se censuraron. 
La censura en la LI ha sido llevada a cabo por los adultos, quienes han querido evitar que los niños tengan acceso a determinadas temáticas, pues, las consideran inapropiadas o que pueden afectar de alguna forma la visión de mundo que tienen los niños.
Quizás, la censura es algo que no corresponde ser determinada por los adultos, ya que la forma que tenemos de ver e interpretar las cosas, escapan a las capacidades que tienen los niños, somos cerrados, nuestra imaginación jamás podría ser comparable a la de un infante.
Si hablamos de literatura infantil, ésta no debería ser censurada, bajo ningún punto. Si bien, lo han hecho por motivos políticos, sociales, religiosos o ideológicos, hoy en día es generada porque las temáticas o el mensaje contenido en la obra literaria, no corresponde a las idealizadas, a aquellas que el padre, el apoderado o el establecimiento educativo consideran formativas o apropiadas para los "niños de bien".
Hay quienes consideran positivo enfrentar ciertos temas con los niños, que no se sigan generando tabúes, que el niño lea y comente aquello que parece complicado, pero que en realidad es algo que tarde o temprano habrá que explicar. El padre o profesor omite u oculta temas, censura, pero no se da cuenta que el niño convive a diario con estos temas, y quizás se enfrenta a ellos sin estar preparados, como puede ser un caso de discriminación a un compañero de colegio.
El mediador, debe encontrarse preparado y ser abierto de mente al enfrentar textos con temáticas complicadas. Pero jamás debe ocultar información o evitar que el niño lea cierta lectura, ya que sería censura, y los mediadores deben funcionar como un puente entre el lector y la lectura.
Uno de las grandes creaciones literarias que han sido censuradas a lo largo de la historia, es "Alicia en el país de las maravillas" de Lewis Carroll. Este libro fue censurado en China, en el año 1931, por otorgarle características humanas a los animales que salen en la obra. En la historia, Alicia se ubica al mismo nivel que varios animales, haciéndolos tan protagonistas como ella. 
Otro libro que fue censurado, es "Los viajes de Gulliver" de Jonathan Swift. Fueron muchos los países que consideraron que este libro no debía estar al alcance del pueblo, por los temas de corrupción política, injusticias de la colonización y sentimientos anti guerra.
Así como los recién mencionados, existen muchísimos libros que han debido pasar por este trance de oscuridad, entre ellos encontramos no solo libros infantiles, también engrosa la lista, una serie de libros juveniles y para adultos.
Es común que a diario el adulto, ya sea el padre o madre, profesor, o cualquier persona, censure las lecturas del niño sin mayores razones que sus gustos personales. 
Pero una cosa es muy importante... cada vez que se censura a un niño, o sus lecturas, se está coartando la capacidad de imaginar, de viajar por mundos irreales, o simplemente de sorprenderse por la realidad de un texto que impresiona por el parecido a sus aventuras de pequeño.

lunes, 5 de mayo de 2014

Tal como dice Liliana Bodoc, la literatura infantil puede ser vista como un arte, y así también la juvenil. Pero al ser un arte, nos obliga a sentirla, más que cuestionarla. Por muchos años, la literatura infantil fue vista como un fin formador, utilizada como un mecanismo que posibilita la educación de los niños, pero al considerarla discurso artístico, la misma autora nos asegura que no puede existir ventaja del contenido sobre la forma.
La literatura es un medio de transporte hacia lugares inimaginables, ya que cuenta con la particularidad de llevarnos a estados desconocidos, gracias a su forma de ser. Y es así como lo siento al recordar unas metáforas leídas, en que se aborda la literatura infantil viéndola como un refugio o una ventana. Por un lado, nos abre visiones diferentes del mundo, mostrándonos cual ventana, una realidad desconocida. Pero, por otro lado, es un refugio, que nos puede llevar a conectarnos con nuestros más íntimos sentimientos, culpas o miedos.
Aún, al leer literatura infantil, me siento transportada a otros lugares, y tal como lo mencioné en la anterior entrada, imaginar que soy Alicia en el país del conejo blanco, y me doy cuenta de que es por algo muy poderoso que la transmisión oral se mantuvo a lo largo de la historia, por la capacidad de llevar a quien las escucha a viajar por mundos desconocidos.
En un punto se asemeja lo dicho por Bodoc y lo que sugiere Joel Franz Rosell, que no es la temática lo que diferencia a la literatura infantil del resto, sino que es el tratamiento. Como dice Bodoc, no se debe correr el riesgo de centrarnos en el qué se cuenta, olvidándonos del cómo. Quizás son historias simples, que al leerlas un adulto sin intención de disfrute, o sin dejarse llevar por la forma, resultarían aburridas y hasta absurdas, pero es mucho más que eso, son historias que han sido creadas para soñar, sin cumplir con cánones exigidos, rigurosos, que persiguen un fin absoluto.
Es por todo esto, que ser mediador es una gran responsabilidad, ya que es necesario haber viajado por aquellos mundos lejanos para poder guiar a un pequeño que no acostumbra hacerlo. O aún si nos enfrentamos a niños lectores, es preciso tener la capacidad de entregarse a la aventura para poder funcionar en el mismo código con el pequeño lector. Un mediador, debe ser una persona que sepa llegar al lector, que logre conquistarlo y así poder mostrarle la maravilla que significa leer. Como dice Bodoc, existe la literatura y los textos sin valor estético, y es preciso que el mediador logre reconocer una buena lectura, que sea significativa para el niño, y no resulte una experiencia sin trascendencia.
Los niños buscan algo, están en constante búsqueda de nuevas sensaciones, descubren el mundo a diario, y resulta interesante que esta búsqueda sea acompañada de este arte literario.
Como menciona Rosell, la literatura infantil no está compuesta por un rasgo que solo debe percibir el niño que la lee, o cualquier persona que la lea, sino que debe ser compartida con el autor, si no es así, la literatura podría ser un simple traspaso de experiencias escritas en papel. Personalmente, interpreto esto como que una persona que escribe literatura infantil, debe tener su cuota de niñez, aunque sea un anciano de 80 años, pero no puede ser una persona ajena a la fantasía que genera la literatura infantil, pues, este tipo de literatura explica la realidad de una forma muy especial y única... y es capaz de ejercitarnos las emociones y la capacidad de imaginar.

lunes, 28 de abril de 2014

La literatura infantil... ¿Un fin en si misma?

    Si me preguntan qué es la literatura infantil, no sé realmente si habrá una definición exacta para describir ese mundo lleno de fantasía y ensueño en el cuál el niño se adentra.
   Cuando yo era muy pequeña, gustaba escuchar mi cassette de Alicia en el país de las maravillas, y lo único que deseaba era aprender a leer, para poder darle uso al cuento que venía con mi cassette. Me gustaba viajar por ese mundo, en el cual, yo era Alicia y perseguía al conejo blanco, tomar té con mis muñecas celebrando el No cumpleaños, y sorprenderme con el gato risueño. Luego, cuando logré aprender a leer, disfrutaba de las aventuras de Gulliver, y cada día más quería conocer historias distintas.
    Hoy, veo a mi hijo alucinar y abrir tremendos ojos cuando le leo cuentos cada tarde, no sabe leer, pero se esfuerza mucho, pues, sabe que eso le permitirá no depender de mi tiempo para poder conocer algún desenlace que ha quedado pendiente o una historia que le atrae por las imágenes que posee.
    Si me preguntan qué ha sido para mí la literatura, podría contestar que en mi período de niñez fue mi compañera, mi amiga. Gustaba llevar mi libro favorito a todas partes, y releerlo cien mil veces... nunca una vez era igual a la otra, siempre había algo distinto. 
    Hoy soy profesora de Lenguaje, y me entristece tener la misión de obligar a mis niños a leer cierto libro, imponer la lectura, permitir que ellos asocien la lectura a las obligaciones del colegio, las que generalmente no son realizadas por placer. Quisiera que ellos disfruten de la literatura, en un afán de descubrir el mundo, real e irreal, que la busquen solo por no sentir soledad.
    Para mi satisfacción, he tenido buenas experiencias en mi camino de docente, he logrado transmitir día a día mi amor por las letras a los niños y jóvenes. Un día me ocurrió una anécdota, conversando con un 6° año salió el tema de Ulises, y empecé a contarles de manera informal la historia del protagonista en la isla de los cíclopes. De pronto me dí cuenta que estaban todos en silencio y muy atentos a lo que yo estaba narrando. Cuando terminé, me pedían por favor que siguiera con otra aventura de Ulises. Narré un par de historias más. Al otro día no me tocaba con ellos, y el en recreo vi a un par de alumnos sentados en unas banquitas del patio, leyendo el libro La Odisea de Homero. Me emocionó bastante, fue muy gratificante darme cuenta cómo uno puede influir en las acciones de los estudiantes, y quizás a ese niño nunca más se le olvide en las condiciones que decidió leer La Odisea.
    Sé la importancia que tiene la literatura en la niñez, ya que guardo bellos recuerdos de mi propia infancia, en la que inconscientemente mi hermana mayor participó como mediadora. La literatura infantil existe no como un paso a lo que viene después, sino como un fin en sí misma. No es menos ni más que la literatura orientada a otros grupos etáreos, es literatura pura. 
    Guardo mucho respeto a la lectura que es llevada a cabo por un niño, pues sé que su mente está en otro lugar, en otro mundo... y eso es mágico, maravilloso. Por eso me gusta leer con mi pequeño, ya que vuelvo a jugar, me dejo llevar por su imaginación y me voy con él. Disfruto de sus comentarios, de sus preguntas descabelladas, y eso es un estado que jamás se vuelve a vivir.